Me cago en tó (incluida esta Liga de mierda)
por José Enrique Vidal | 22 Febrero 2012
Vivimos tiempos de indignación, protesta, movilización social, rebelión más o menos generalizada ante las injusticias. Pronto llegará la insumisión y el combate, más o menos cuerpo a cuerpo, más o menos visceral.
Lo que está por venir ya podemos verlo en los telediarios. Cuando hablen de Grecia, sepa usted que es exactamente lo que nos espera a corto, medio plazo.
Nos hemos dejado hacer sin rechistar durante mucho tiempo. Nos ha ido la marcha esa del consumo compulsivo, viajes a tutiplén, más coches que miembros de la familia, casa en la playa, chacha exótica, club de golf y un interminable etcétera. Vivir al límite, chupar del crédito, no pensar en el día siguiente, ni en nuestros hijos.
Todos hemos sido conniventes, hemos permitido y todavía permitimos que nos traten como marionetas. Ahora sin embargo decimos que nos han engañado.
Nos han robado nuestro futuro, afirman los jóvenes. Algunos (quizás muchos) de esos mismos jóvenes invierten su tiempo y ahorros en el botellón o cambian de modelo de teléfono móvil compulsivamente, como si fuese un tic. Papá, tú trabaja, mamá tú también, que yo así vivo de cine, no pienso doblarla en mi vida. Los hay, por supuesto, que no, espero que la mayoría. ¿Quién tiene la culpa de esto? ¿El sistema? Hagamos también autocrítica.
La España de la picaresca está más viva que nunca. El dinero negro, la corrupción, el delito de guante blanco, en las alturas. El topmanta, las descargas ilegales, el mercadillo de objetos robados, todo hijo de vecino. Vale que el político o el banquero corrupto se llevan más, bastante más, que la gente corriente, porque tienen mucho más a su alcance, pero desde un punto de vista de valores, de la ética, mirémonos todos al espejo, es tan fraude la estafa de Ruiz Mateos o el caso Noos como la pequeña economía sumergida, el fraude fiscal, las pensiones indebidas, los cd piratas o el tabaco de contrabando.
En este país, el fulano que se agencia una paga ilegal, no se conforma sólo con ser un ladrón, sino que farda de ello públicamente. Y el vecino que lo oye, ése al que le está metiendo la mano en el bolsillo robándole por la misma jeta, lo aplaude y lo considera un tipo listo (tú sí que sabes). Si puede, trata de emularlo.
El que se ha fumado hasta el último billete que no tenía en juergas de todo tipo, clama ahora para que los que han ahorrado, sacrificando su felicidad inmediata por un futuro tranquilo, lo saquen del apuro. El que ha especulado por pura codicia, sin el más mínimo escrúpulo, pide que lo aúpen del hoyo.
¿La solución? Fácil, el españolito medio que todo lo soporta. No sé si usted lo conoce.
Es ése que no tiene la casa en la playa que no podía pagar. El mismo menda que aguanta con su viejo coche diez años sin comprarse un todoterreno para ir de casa al trabajo y del trabajo a casa. El propio que no ha mandado a los niños de vacaciones con la asistenta para irse de escapada romántica a Cuba. Un tipo que no ha probado lo último en gintonic en el garito de moda y que todavía vive en el mismo barrio, en un piso que puede pagar con el sudor de su frente, trabajando lo que haga falta. Ese españolito, en definitiva, que se ha matado por conservar una nómina exigua y paga sus impuestos, no sólo por él, sino por todos los caraduras que no lo hacen o que chupan del bote.
Falsa solidaridad se llama eso.
Para colmo, hemos aceptado el atontamiento social.
Votamos a unos políticos que viven de hacer política, es decir, no saben hacer nada, no están formados, no tienen un bagaje personal y profesional estimable, ni siquiera presentable. Su objetivo no es el interés general, ni el bien común, sino el suyo propio. De su permanencia en un cargo depende su pan, ya está dicho todo.
Se acepta, se fomenta, se persigue desde las más altas instancias una sociedad de borregos, inculta, analfabeta, mucho más fácil de adoctrinar. Manipular a las masas se convierte así en un puro juego de niños, no es nada nuevo. Se alimenta al pueblo con la cultura del jijijajá. ¡Qué arte, por Dios! ¡Ole! Y así, definitivamente, nuestro empobrecimiento moral es muy superior al patrimonial.
El instrumento predilecto es una programación vomitiva en las televisiones públicas con su dinero, oiga usted, y el mío. Venga folklore a todas horas. Viva la charanga y pandereta. Curiosamente, los mismos que renegaban del pan y toros ahora dicen que son nuestras señas de identidad. Tertulias que exaltan la mala educación, la desvergüenza, las miserias de la condición humana, vacías de cualquier signo de inteligencia. Nunca se ha consumido más bazofia de este tipo que ahora.
“Es que es lo que vende”, nos dicen. “La publicidad manda”.
Y en la misma línea (no es otra), el público reclama que se hable del Madriz o del Barsa la mitad de los informativos, en los programas de sociedad y hasta en Informe Semanal si hace falta.
En tiempos de crisis ya se sabe, se impone la política de la cortina de humo. Ponga usted un Messi o un Cristiano Ronaldo en su vida y olvídese de sus males. Esos son intocables.
O ponga usted a “la Roja”. España va bien.
La triste realidad es que los clubes de provincias somos como ese españolito medio que todo lo soporta. Sólo somos unos malditos sparrings. También nos dejamos que nos la metan doblada. Permitimos, y no castigamos, que nos inunden la vida de ronaldos, messis, mourinhos, guardiolas o florentinos.
De seguir esta corriente, nuestros hijos, nuestros nietos, ya no serán de nuestros equipos, si es que siguen existiendo, serán de los suyos. A la mierda el futuro.
Frente a esto, ¿por qué (casi) nadie se rebela? ¿No es indignante? ¿No es inaceptable?
Si pudiera elegir, no querría estar en la misma Liga que esos dos que ya saben. Que jueguen solitos 38 jornadas entre sí, y las finales de copa al año que les vengan en gana, la Supercopa y todos los amistosos. Que prohíban el resto del fútbol de este país.
Tropecientos “clásicos” (cuidado con no llamarlo así) a ver si, como decía mi abuela, de hartarse de beber se pilan.
Las televisiones tendrían material no sólo para llenar la mitad de su tiempo, podrían hacer informativos diarios con la duración que les plazca para tratar jugosas primicias como el nuevo padrastro del dedo meñique de la mano izquierda de Iker Casillas, la espuma efecto acero para el flequillo de Gerard Piqué o el pronóstico del tiempo que va a hacer en Valdebebas según la NASA.
Porque esta situación de cómplices quema demasiado.
Tenemos el poder, pero nos falta decisión. Y nos falta, sobre todo, unidad. Ahí es donde nos atacan.
Hablaba arriba de indignación, protesta, movilización social, rebelión. También de insumisión y combate. De lucha contra las injusticias.
¿Para cuándo en el mundo del fútbol?
Llevamos en crisis mucho más tiempo que la economía global.
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