lunes, 21 de febrero de 2011

LA CARNE O LAS PLUMAS DE MIS POLLOS

POR.- MANUEL CARMONA FERNANDEZ.





Voz que clama en el desierto! Porque hay gente que mira una planta y cree que está en un vergel, pero si en vez de mirar esa planta, viera con más amplitud, vería que esa planta crece en un desierto seco y áspero.




Es muy vistoso jugar con dos extremos tan buenos como tiene nuestro Sevilla, F. C. Además, nos gusta el juego de ataque y nos parece que teniendo una dupla atacante como la que podemos formar con Luís Fabiano, Kanouté o Negredo es un pecado no hacerlo. Pero todo tiene un pero. El pero es que ese dibujo táctico implica dejar a nuestro centro del campo con sólo dos hombres. Y ahí vienen los problemas.





La inferioridad numérica en la línea más importante de un equipo de fútbol moderno. Es el magnífico ejemplo “caparroniano” de la manta corta que si la estiramos para un lado, dejamos al otro al descubierto.
Todo sistema debe rentabilizar lo mejor posible los recursos disponibles.





Me explico. Un Ayuntamiento obtiene recursos de los impuestos y tasas, es decir, del dinero de los ciudadanos y debe acometer con ellos, las mejores inversiones que redunden en el bienestar de esa ciudad. Hay un sistema creado, cojo el dinero que no es mío y ahora, yo, hago con él lo que estimo mejor. Pues bien, se puede construir una segunda línea del Metro que conecte el Norte y el Sur de la Ciudad, enlazando con la línea existente que conecta el Oeste con el Este… o se puede construir unas monumentales Setas en una plaza del centro histórico de la Ciudad, acompañada de un tranvía que comunica lo ya comunicado por Metro. y, de regalo, una ciudad regada de “aceras bicis” que sirven para que un determinado número de ciudadanos puedan usarlo (y sólo ellos).





Todo sistema hay que gestionarlo lo mejor posible. Si tuviéramos la posibilidad de alinear quince jugadores, no estaríamos hablando de lo mismo. Pero tenemos recursos escasos (once jugadores) y hay que conseguir con ellos la mayor rentabilidad para GANAR los partidos, que es de lo que se trata.
¿Cuántos goles marcamos con la típica, y casi única, jugada que tenemos para llegar arriba? Es decir, darle el balón a nuestros extremos para que éstos se vayan de dos o tres contrarios y desde lejos centren un balonazo para que la pille el que la pille (normalmente una defensa bien colocada y esperadora)… ¿Cuántos, por favor? ¿Nadie se da cuenta que disfrutar de dos extremos y dos delanteros centros (a mí también me gustan) hace que tengamos cuatro hombres quietos y alejados esperando que les lleguen balones desde atrás y es imposible que les lleguen buenos pases al hueco o al pie desde tan atrás, a no ser que sean pelotazos?






¿Y por qué se dan pelotazos (nuestro portero o defensas) para llevar el balón a nuestros delanteros? Pues porque nuestro menguado centro del campo (dos contra tres) no tiene opción alguna de llevar el balón sin sufrir pérdidas, por presión del enemigo, que nos pueden costar muy caras (el segundo gol del Oporto es muy ilustrativo de cuanto digo) y esos “Pirineos” no se pueden atravesar sin peligro de despeñarnos a no ser que juguemos al RICO PELOTAZO…pelotazo que equivale a pérdida de posesión de balón y a que el contrario empiece a tenerlo y a crecer en su autoestima.






Todo ello, ante la mirada impotente de nuestros cuatro jugadores de arriba (fumando esperan al balón que no les llega en condiciones), los dos del centro (desbordados numéricamente y sin líneas cómodas de pases) y con unos defensas que mejor hacen en dar pelotazos que en intentar llevar el balón o pasarlo a la línea siguiente.
Ayer, una vez más, jugamos con dos extraordinarios extremos, con dos extraordinarios delanteros centros y dos extraordinarios centrocampistas (lo son). Y, sin embargo, marcamos el gol por dentro (como casi siempre, el otro siempre es a balón parado) y pasamos las de Caín para ganarle al peor visitante de la Liga Española. Si ayer, en vez del Hércules hubiera estado otro equipo, nos volverían a partir en dos nuestro desequilibrado dibujo táctico y por tres nuestra portería.






¡Ah, pero el problema es nuestra defensa y por eso, ayer, fue un éxito mantener a cero (de chiripa) nuestra puerta ante el equipo que sólo ha hecho tres goles (dos en el Nou Camp) fuera de su estadio en toda la temporada…!
Algunos miran, ven una planta… y no ven lo demás, lo que les rodea. Y, además de mirar jugar al fútbol, hay que verlo en toda su dificultad y complejidad. Mirar largo y no ver corto. ¡Y qué difícil y complejo nos es ganar un partido con dos extremos, dos delanteros centros y dos centrocampistas tan buenos como los que tenemos! ¡Y qué previsibles somos jugando siempre de la misma forma, sin juego interior alguno! ¡Y qué descontrolados tenemos los partidos siempre, vayamos ganando o perdiendo, siempre al pique de un repique! ¡Y cómo cansamos a los jugadores de centro del campo, para que no puedan aguantar el ritmo infernal al que quedan obligados a jugar un partido cuando siempre están en inferioridad numérica en su linea! ¡Y cómo los equipos contrarios que nos presionen la salida de balón se plantan en un santiamén al borde de nuestra área con evidente peligro de marcarnos un gol y de partirnos en dos en el campo!






¿Queréis más argumentos para pedir ya un cambio de sistema?
¿O nos gusta más y es más vistoso un pollo por sus plumas que por su carne?








Yo prefiero comer todos los días, a ver qué bonitas son las plumas de mis pollos…

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