sábado, 28 de mayo de 2011

EL MAESTRO BARBEITO Y SU GUIÑO A KANOUTE






Acabo de leer esta belleza en el blog de mi hermano Don Antonio Ramirez "VOLADIZO DE GOL SUR"y no he podido resistirme a la tentación de copiarlo y pegarlo en mi blog,es de una belleza sin igual,solo os digo que probeis a leerlo en voz alta,si es que antes no os atragantais con la saliva.








Antonio García Barbeito
Día 28/05/2011 - ABC de Sevilla

KANOUTÉ











Negro, altísimo, flaco… Cuando llegó, más que por el utillero, parecía que fuera a preguntar dónde vendían lanzas, cerbatanas, escudos y pinturas de danza. Traía en su aspecto toda la tribu con él, en su sangre paterna, una sangre que se remonta, seguro, a un ayer de pobreza y esclavitud, negro sobre negro, donde África desata moscas sobre la miseria. Silencioso como un secreto de amor, tímido como la desconfianza, en su despacioso andar lleva la heredada zancada de la desesperación por la sabana o por los campos secos donde sólo crecen el sol y las piedras. Llegó sin campanas, y la mitad de su sangre, hecha a la paciencia infinita, fue labrando a un gigante de azabache que se adueñó del césped como los suyos más lejanos se adueñaban de la miseria. Al balón en el aire lo miraba como una tribu mira cómo cae el maná de una ayuda aérea, allí donde las manos son capaces de coger, por necesidad, las invisibles semillas del viento. Por eso cuando el gigante miraba los balones altos, todos sabían en el campo que ese pan esférico sería para él, porque en sus ojos estaban todos los ojos de los suyos lejanos, que el cálculo de lo imposible estaba ya en esos ojos cuando se abrieron a la vida. Después, todo era cosa de bajarlo a los pies y esconderlo con habilidad de rapaz que arrebata un pajarillo, y de echarlo adelante dándole ventajas, sabedor de que ese balón sería suyo, como sabe el león que parece dormido en el pasto de la llanura que la gacela que va confiándose acabará entre sus garras.






Fiel a su credo, no tiene más celebración que sus dos dedos índices señalando el cielo, donde eleva sus ojos, como brindándole sus triunfos a la gracia heredada que le vino de nadie sabe dónde. Como futbolista, el más grande en la historia del Sevilla; como hombre, como africano de origen paterno que no olvida la raíz, un gigantesco ejemplo. Cubiertas de sobra las necesidades de los suyos, Kanouté empezó a ganar para los demás, para la infancia que en su país valora un plato de comida como una lotería. Sin hacer ruido, poco a poco, Kanouté ha ido dándose, recolectando balones en la yerba para llevar esa renta allí donde él sabe que echarse a dormir puede significar echarse a morir. Un ejemplo, en todo. Los números de Kanouté en el fútbol son poca cosa al pie de sus números en África, ahí sí que Kanouté ha dejado sus mejores jugadas, sus mejores goles, sus milagros inexplicables. El sevillismo, por futbolista y por persona, tendría que levantarle un monumento. En África ya lo tiene: él mismo, dándose, dándose, dándose. Gracias, Frédéric.

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